El nuevo cd de los italianos Corde Oblique supone una bocanada de aire fresco y vigorizante, ideal para relajar nuestras mentes tensionadas por los dolores y las angustias de este valle de lágrimas.
"A hail of bitter almonds" es un trabajo de Corde Oblique editado en Prikosnovenie (Ref: Prik149) en Abril de 2011. Interpretado por Riccardo Prencipe a la guitarra clásica y acústica & Floriana Cangiano como cantante & Caterina Pontrandolfo como cantante & Claudia Sorvillo como cantante & Annalisa Madonna como cantante & Alfredo Notarloberti al violín & Alessio Sica en la batería & Umberto Lepore al bajo y el doble bajo & Sergio Panarella como cantante y pianista & Luigi Rubino como pianista & Francesco Manna a las percusiones & Franco Perreca al clarinete y la flauta desde Italia y se centra en el estilo Neoclassical y tiene una duración de 55 minutos. Enlaces Relacionados:Corde Oblique & Corde Oblique MySpace & Prikosnovenie Valoración: 8.5 sobre 10
Cuando ví en los créditos de este nuevo disco de la banda de Riccardo Prencipecomo se anunciabaen grandes letras mayúsculas que no se habían utilizado ni samples, ni teclados ni sintetizadores en su grabación, confieso que torcí un poco el gesto, sin saber muy bien por qué. Pero cuando las primeras notas de este “A hail of bitter almonds” empezaron a sonar en el reproductor de cd de mi coche me ví completamente atrapado por su magia desde el principio, olvidándome de ese ligero mosqueo que me había producido la altisonante declaración antes mencionada.
Es tal la variedad de instrumentos utilizados en este disco que los teclados no se echan en absoluto de menos. Los numerosos invitados que colaboran con Riccardo Prencipe en esta nueva aventura de Corde Oblique aportan sus variados talentos y sus habilidades con sus instrumentos para conseguir atmósferas de una belleza difícil de explicar y de una intensidad difícil de medir. La pasión, la delicadeza, la hermosura, el romanticismo que destilan todas las notas de este disco sonharto complicadasde cuantificar y de describir con palabras.
Esa nomina de colaboradores incluye, como en discos anteriores, a gente de bandas como Ashram o Argine, pero además, para la presente ocasión, Riccardo ha contado con miembros de Daemonia Nymphe y Anathema, entre otros. No es de extrañar que con semejantes mimbres el disco resultante sea tan notable como el que tenemos entre manos, con momentos de intensidad tan increíbles como el de la que para mí es la mejor canción del disco, la brillantísima ‘Arpe di vento’, interpretada por una preciosa voz femenina y con una instrumentación que transmite pasión y emoción a raudales.
‘Paestum’ es otro prodigio de delicadeza sonora, con unas preciosas y suaves melodías que envuelven con ternura la sublime voz de la fémina que canta. ‘La madre che no c’e’ nos permite apreciar las habilidades de Riccardo Prencipe con la guitarra; en sus poco menos de tres minutos podemos disfrutar no sólo de esas habilidades, sino también de un encantador solo de violín en su parte final. El instrumental ‘Slide’, con sus misteriosos arreglos sonoros y sus hermosas guitarras, nos transporta hasta los derruidos muros de la Villa de los Misterios, en Pompeya, lugar en el que este corte se inspira. Otra destacada canción es ‘Crypta neapolitana’, que al igual que la anterior cuenta con magníficos arreglos y además tiene el plus de contar con la profunda voz de Spyros Giasafakis, de Daemonia Nymphe; todo ello, unido, le da al tema un sugerente aire de misterio mediterráneo altamente recomendable.
Prácticamente los quince cortes de “A hail of bitter almonds” son capaces de llegar al alma de cualquier oyente, tanto por los balsámicos remansos de paz que contienen como por las explosiones de pasión que con frecuencia aparecen en medio de esos remansos. Además de las ya mencionadas, canciones como la evocadora ‘Pietra bianca’, la intensa y emotiva ‘A hail of bitter almonds’ o la rápida y enérgica ( a ratos ) ‘Jigsaw falling into place’, versión de Radiohead, serán capaces sin duda de abrir un luminoso hueco por entre la habitualmente plomiza y espesa negritud de nuestros sentimientos.