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 La religión del ornato

Viva Glam 2009

 
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Publicado
2009-10-05
 
El glam es la disciplina del adorno, la religión del ornato que reúne esta noche de sábado a cientos de fieles que invirtieron horas delante de un espejo para transformar sus cuerpos humanos.
 

Como en una orgía involuntaria, los cuerpos se rozan, se frotan y se restriegan para acomodarse en un espacio cada vez más reducido.

Viva Glam 2009
El sudor del uno se confunde con tus propios humores. La piel representa una frontera delgada, transparente, en esta olla hirviente en la que falta el oxígeno y bullen las hormonas. Los engranes de carne se mueven en busca de un erótico acomodo. Por debajo de la estridencia que vomitan las bocinas pueden reconocerse el rechinar del látex y el cuerpo; sin que lo esperes, te rasga el brazo el acero de los estoperoles o disfrutas la sutil caricia del terciopelo.

El glam es la disciplina del adorno, la religión del ornato que reúne esta noche de sábado a cientos de fieles que invirtieron horas delante de un espejo para transformar sus cuerpos humanos. El objetivo: Que al final se transformen en otras y en otros, que no se reconozcan como mortales y en su lugar se envistan en seres mitológicos, diferentes, mágicos, habitantes de espacios oníricos e imaginarios. Para ello están los corsés que aprietan cinturas, las faldas vaporosas que emulan explosiones atómicas de tela a la altura de las piernas, las pelucas multicolores y las mohicanas guerreras que transforman las cabezas en arcoiris ambulantes de cabello. Hoy tenemos permiso de ser elfos y hadas, duendes y ninfas. Existe licencia para fornicar con la lengua y seducir con las miradas.

Esta noche el Cabare-tito de la Roma semeja la boca del diablo que se traga un estimado de diez personas por minuto. Aquí se celebra el baile real adonde acude la realeza underground. En la banqueta los presentes se saludan y se regalan ósculos salpicados de maquillaje en las mejillas.

La pasarela es un parque de diversiones para los ojos. Las pupilas no dan abasto y se deslizan por escotes, espaldas masculinas labradas en músculos y ojos delineados que brillan al amparo de las luces de los semáforos. Patinan por rostros y se despeñan en anatomías ajenas.

Cuando por fin se consigue un boleto de entrada, uno comprueba queciento veintepesos es poco si se le considera el cover para acceder al Infierno. Y el Averno representa, en definitiva, el rincón más divertido de la tierra. Los DJ’s se encargan de avivar las llamas que arden en los pechos de los presentes. Como si no fuera lo suficientemente excitante rozarse con tantos desconocidos que en vano buscan un espacio en las escaleras, en la pista de baile o en los baños –adonde cada determinado tiempo es necesario acudir para retocar el atuendo –al final el erotismo crece si se elige un soundtrack adecuado para morir, llámese Bauhaus, The Cure o Specimen.

Tres pisos como círculos de este infierno de placer y humores. Tres pistas de baile donde se agitan los cuerpos al compás de tres distintos hilos musicales: el gótico en el sótano, el inframundo; las pulsaciones eléctricas y cyberpunks que azotan como látigos sonoros en el segundo nivel y finalmente, en el PH de esta sucursal de la noche, el Cabare-tito, Lord Fer se encarga de animar la muerte de la masa con un toque mucho más ecléctico, porque si no es una rola de Morrissey la que brota de sus tornamesas, lo es una de Mano Negra. Y sí, de la mano negra de los hispanofranceses el desinhibe se vuelve la regla y los danzantes se despojan de las camisas y sudan sus pechos, sudan las tinieblas y sudan la pena. Se frotan como frutas de carne.

En el sótano tiene lugar la improvisada sesión de fotografías. Tres artistas de la lente son contratados para inmortalizar los rostros de quienes asisten a la fiesta. Los acomodan en una escenografía rebosante de elegancia y les tiran una, dos mil o veinte millones de flashazos que, igual que mariposas luminosas cuya existencia se extiende por menos de un segundo, vuelan para todos los rincones. La fila para tomarse la foto es la cauda de una serpiente infinita, porque aquello que no se queda en la memoria del papel seguramente arderá en la memoria del tiempo. Todo es parte del show y del glamour subterráneo.

Las parejas se funden en las tinieblas, se besan con la vocación de sorberse las almas a través de la boca. Sus manos corren presurosas entre las piernas y aprietan, soban y hurgan entre la carne en busca de tesoros perdidos muchos siglos atrás. Los clanes noctámbulos festejan en la pista y se convulsionan, se liberan, bailan como si fuera la última noche del mundo y no tuvieran otro remedio.

Viva Glam 2009
Cuando desde su púlpito el pincha discos Fer, del Under, comienza a lanzar camisetas y discos de obsequio, las manos de varios se elevan con la esperanza de ser ungidos con un regalo. La euforia se traslada desde los dominios del punk hasta el territorio de estrambóticos entes sonoros como Alaska y Dinaramay Caifanes.Desde '¿Cómo pudiste hacerme esto a mí?' hasta 'Perdí mi ojo de venado' cualquier canción resulta buena excusa para que los hombres se quiten las camisetas y bailen como duendes sudorosos bajo el altar del DJ.

Por doquier hay espejos. Algunos simulada, y otros descaradamente, se detienen para examinarse las pestañas, el cabello y las ropas. Cada uno somos nuestra propia obra de arte. Cerca de la madrugada el calor obliga a que la piel aflore por entre la ropa. Los brazos rompen los sacos y abrigos. Rasguñan el denso aire.

Comienzan a aparecer cada vez más torsos desnudos de hombres que, barnizados con sudor, siguen bailando. Los zombies anhelan escapar de las entrañas de la tierra. Las mujeres liberan su esencia y exhiben sus cuellos para tentar a los colmillos del tiempo. Cenicienta no llegará a casa a la medianoche y a nadie nos importa.

La cerveza humedece las fantasías y el orgasmo simultáneo, el de la masa que se aprieta y se mueve como gelatina, tiene lugar cada vez que una nueva persona consigue atravesar la puerta de entrada del antro. No hay límites, no hay reglas, excepto la de practicar el hedonismo confeso e irrestricto. Como en una orgía. Salve, Viva Glam.

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