La idea de ver un grupo de neofolk en México parecía un sueño, pero en Jueves Santo pudimos ver en acción a Ordo Rosarius Equilibrio, acompañado por Simone Salvatori, el Elvis del nihilismo. ¡Vaya concierto memorable!
El jueves de la semana pasada asistimos a una presentación que pintaba bien desde el primer saludo que intercambiamos con los chicos de Dies Irae, el grupo de postmetal mexicano, el cual se encargó de abrir la presentación del showman Salvatori, líder por antonomasia de Spiritual Front y cómplice de los siempre sexuales Ordo Rosarius Equilibrio. A través de la red nos enteramos que ambas agrupaciones vendrían a México y, pecando de escépticos, algunos nos preguntamos con preocupación si la ciudad de León, a seis horas de la capital del país, podría dar cabida a un público lascivo y entregado, si la organización estaría a la altura o si los grupos reaccionarían favorablemente a la conocida algarabia del público mexicano. Detalles menos importantes pero cruciales para una buena velada como el montaje escénico, la consola de audio y la disposición de los instrumentos y aparatos nos remitían inmediatamente a la gran responsabilidad que recaía sobre las espaldas de WRS Logística. Sorpresivamente, la cuestión organizativa fue de primer nivel, comparable sólo con los grandes eventos que en el D.F., he podido presenciar. Sin importar lo pequeño del estado de Guanajuato en cuanto a materia de conciertos internacionales se refiere WRS tenía todo preparado para que los visitantes capitalinos y de cualquier otra parte de México se sintieran como en casa, y así fue. Lo mismo hicieron con Simone Salvatori y los integrantes de Ordo Rosarius Equilibrio, ya que los veíamos repartir sonrisas, abrazos y cientos de fotografías on los asistentes al recital. Con singular alegría los grupos y organizadores crearon un ambiente de camaradería que se tradujo en una carga energética que hizo vibrar la ciudad entera por dos noches. Quienes asistimos podemos dar fe de ello.
El primero en aparecer en escena fue el otrora guitarrista y líder de Spiritual Front, Simone Salvatori, quien haciendo gala de una vestimenta típica del buen gusto italiano, con su guitarra electroacústica de doce cuerdas nos hizo un relato de muchas emociones, algunas agradables, otras amargas. Ejecutó canciones de nostalgia que cubiertas bajo el velo del pesimismo eran una invitación a escuchar como si fuesen historias de vida. 'Autopsy of a Love', 'Song for the old Man', 'Hey boy!', 'I walk the (dead)line' contrastaron con la vitalidad de temas como 'Slave', 'Jesus died in Las Vegas', 'Sad almost a Winner' y el siempre bien recibido 'A Bastard Angel', que fue cantado por la audiencia con tal energía que el italiano no podía más que bailar al ritmo del coro, moviendo la pelvis de una manera que nos aclaraba el porqué del "Hellvis". Aclamación y muchos aplausos fueron la presea que obtuvo por semejante espectáculo digno de un bar de Las Vegas.
Sin dar mucho tiempo de descanso más que el necesario para ordenar otra cerveza, arribaron los Ordo Rosarius Equilibrio ataviados por una vestimenta totalmente negra e iluminados por unas luces rojas que entre la oscuridad permitían ver unas percusiones apocalípticas que al pie tenían una hermosa vela blanca. Los temas que desfilaron abarcaron los discos más representativos del grupo, pero abundaron los temas de corte pop característicos de la última etapa del proyecto sueco, destacando 'I M B E C I L E, My Idiot Lover', 'A Song 4 Hate & Devotion', 'Three is an Orgy, Four is Forever' (con Simone nuevamente en el escenario), pero sin demeritar el júbilo que despertaron otros como '(Mercury Rising) Seduced by the Kisses of Cinnabar Sweet', 'Hell is where the Heart is - The Gospel of Tomas' y 'The Perplexity of Hybris'. La interpretación de ORE fue la de un Tomas entregado en cada verso, siempre acompañado en los coros por su eterna prometida Rose-Marie Larsen y, haciendo perfecto embalaje con la guitarra Ronnie Bäck, el último miembro agregado al grupo parecía que teníamos enfrente a los dioses del neofolk. De destacar es la disposición tras bambalinas de Fredrik Leijström, quien al calor del after y mucho alcohol se ganó el mote de "Federico loco".
Gustosamente reconocemos que valió la pena el viaje al bajío mexicano. Estuvimos en un concierto cercano a las tres horas de duración, con excelente audio, grupos interesantes para mí e idolatrados por otros, todo en un clima de amistad donde la distancia entre músico y público fue prácticamente imperceptible.